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La raíz fundamental: la relación


En estos días con la accesibilidad a Internet, recibimos constantemente diversidad de información de técnicas y consejos sobre cómo adiestrar, educar a nuestro perro o incluso corregir algunas conductas problemáticas puntuales (sin tomar en cuenta su contexto). Los enfoques son muy diversos.


Hoy escribo este artículo porque creo más que necesario, imprescindible que comprendamos que existe algo mucho más importante que la técnica o enfoque que adoptemos, y me refiero a la relación que construyamos con nuestro perro.


A diferencia de un gran porcentaje de personas que consideran a su perro como un niño pequeño llevando muchas veces esto a limitar su potencial como individuo que se desarrolla y llega a transformarse en un adulto, en el caso de hacer la analogía, experimento la relación con mi perro más semejante a la relación que genero con un amigo o una pareja. Se trata de un ser que elegimos tener en nuestro mundo y formar una vida en conjunto, conociéndonos, compartiendo, adaptándonos a nuestras mutuas necesidades, respetándonos, potenciándonos, para al final ser más felices juntos. De base y teniendo presente que es un animal social y emocional con la misma necesidad que tenemos los humanos de tener una vida feliz (como todos los demás animales), ese debería ser el motivo por el cual decidamos incluir a un perro en nuestras vidas, y no otro.


Esa relación implicará dedicación, trabajo y por sobretodo amor. Lejos de ser poético, esto es una realidad: sin amor no hay comprensión, sin comprensión no hay respeto, sin respeto no hay tolerancia, y sin nada de lo anterior no hay relación. Si no tenemos relación, no importa el enfoque o la técnica que elijamos nos falta la raíz fundamental y por más buena técnica que se utilice o mix de técnicas, no estarán bien arraigadas.


Podemos realizar un gran debate sobre la dominancia, sobre la jerarquía, sobre si se deben o no utilizar ciertas herramientas, sobre los diversos matices éticos, entre otros, pero si no nos enfocamos en cultivar un sano y fuerte vínculo lo demás se traduce en un debate sobre lo secundario de la cuestión. Y cuando digo secundario no lo digo en referencia a su importancia, sino al orden de la toma de decisión. Es como debatir para decidir cuántas veces al mes vamos a regar una planta sin antes considerar qué tipo de maceta y tierra es la mejor para potenciar su crecimiento.


El método de educación que utilicemos contribuirá sustancialmente al desarrollo de esa relación, o atentará contra ella. Es de gran importancia que el método de enseñanza que elijamos para nuestro perro nos ayude a estrechar ese vínculo y potenciarlo, en definitiva, a ser más felices juntos y es por ello que trabajo con el método que lo hago.


Dedico gran parte de mi trabajo a enseñarle a las personas a cómo relacionarse con sus perros, algo que todos creemos saber de manera innata pero ocurre que no es así. De hecho, es común que las personas no sepan jugar con su perro, no les den muestras de cariño con naturalidad, no generen un código de comunicación común y pretendan comunicarse con toscos gestos, limitando la conexión y empobreciendo la relación.


Muchas veces se trata de realizar un cambio de perspectiva y resulta sorprendente como la mejora en el vínculo se irradia hacia todo los aspectos de la cotidianidad. Comenzamos a ver a nuestro perro de manera diferente, a comprender realmente su naturaleza, sin pensar constantemente en escalones jerárquicos, y más bien pensando en qué podemos hacer cada día para enriquecer esa conexión que es la más incondicional que podremos disfrutar en la vida.


Tenemos que dedicarnos a conocer a nuestro perro (cada individuo es único), a contemplarlo, a compartir tiempo de calidad con él, a estrechar ese lazo, porque por más que ellos "nos querrán seamos como seamos", merecen la mejor versión de nosotros que podamos brindarles.

Bambú y yo.

Bambú y yo.

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